La
joyería contemporánea es una disciplina muy nueva en toda
Latinoamérica. La etimología de la palabra no ayuda a exhibir las
grandes diferencias que hay entre la clásica y la folklórica con lo que
se reconoce –sólo entre los que comparten este hacer– como joyería
contemporánea. Hace décadas que existe el debate en Europa acerca del
lugar que debería ocupar este oficio/forma de expresión y aún no
consiguen llegar a una conclusión que deje a todos contentos. Joyería
contemporánea, joyería conceptual, joyería de autor y otros tantos
títulos tratan de explicar que lo que hacemos son objetos que se
relacionan directa e íntimamente con el cuerpo. Un cuerpo que porta, un
cuerpo que siente la presencia de la pieza, que decide exhibirla
atrayendo al espectador distraído o esconderla en su más preciada
intimidad. Ahora, ¿dónde entra la joyería contemporánea –que no dice más
que ser de la actualidad–? ¿Es arte, diseño o artesanía? Una discusión
bizantina. En general, suele tener problemas para pertenecer. Si se
trata de piezas que tienen un proceso conceptual y son únicas, podrían
ser objetos artísticos. Sin embargo, la propiedad de ser llevadas en el
cuerpo, rápidamente las ubica en el apartado de artes aplicadas u
objetos de decoración. Éstas tampoco entran en la categorización de
diseño porque al ser sólo una, no están dentro de un sistema de
producción en serie o sus valores no la vuelven fácilmente
comercializable. Pero por sobre todas las cosas, lo que diferencia la
joyería convencional de la joyería contemporánea son los materiales con
los que están realizadas las piezas o la relación con el cuerpo
portador. La joyería contemporánea no contempla estrictamente técnicas,
materiales o proporciones como suele verse en la comúnmente llamada
joyería. Si decimos joyería contemporánea, no estamos hablando
necesariamente de oro, platino y brillantes sino que la elección de los
mismos son los que le dan sentido a la obra. Una pelusa, cabello,
píldoras, hilos y cientos de materiales son utilizados en la búsqueda
por intentar comunicar ideas, sensaciones, intereses o preocupaciones.
Los
materiales no tienen valor por lo que cuestan en el mercado, sino por
la implicancia que tienen en las piezas mismas. Incluso si se utilizan
metales o piedras preciosas, suelen cargar con el peso propio de su
significado.
Una
soldadura desprolija, un atado de alambre o una perla de telgopor
pueden ser los resultados técnicos de esta joyería que aún no sabe cómo
llamarse a sí misma. En esta disciplina todos los materiales y técnicas
son posibles y ya no cumplen con la histórica tarea de perdurar por años
en la familia o demostrar una situación de status o poder.
Esta
joyería es la que recién está dando sus primeros pasos fuertes en
Argentina y el resto de Latinoamérica. Un “recién” que lleva trabajado
por lo menos veinte años pero que empieza a dar sus frutos, a ser visto y
hasta buscado por el espectador desprevenido, sólo desde este nuevo
siglo. Lo más interesante es que hay muchísimas cosas por hacer,
compartir y debatir al respecto y que poco a poco hay más interesados en
enfocar la mirada y darle un lugar.
Una nota en el diario "Página 12" de Argentina a Francisca Kweitel.
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